La belleza del T'ai chi es que es maravillosa y hermosamente ambiguo. Ambiguo en el sentido que está más allá de nuestros conceptos y no podemos cosificarlo. Si aceptamos esto podremos 'rendirnos' ante su magnificencia más fácilmente. ¿Cómo? esforzándonos por cada vez hacer menos y menos; forzar menos y menos la aparición de los movimientos; dejar que a través de nuestro tono muscular adecuado y las matrices óseas bien colocadas los movimientos surjan 'por sí solos'.
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